¿Alguna vez te preguntaste sobre la importancia del nombre?
Nuestro nombre no es sólo un nombre.
Nuestro nombre es el primer signo de identidad personal y en ocasiones marca nuestro destino más allá de que nos guste o no, de que lo vivamos con orgullo.
Elegir el nombre de nuestros hijos no es tarea fácil, lo llevarán el resto de su vida. Por ello es fundamental ser muy conscientes de las consecuencias sistémicas de carga o de liberación que podría implicar la elección.
Además, hacer conscientes las posibles implicaciones nos puede ayudar a comprender por qué algunos patrones se repiten sin solución en las familias o en nuestra propia vida.
Con un nuevo miembro en la familia se hace sentir la «presión del sistema» que tiende a mantenerse en equilibrio a cualquier precio.
Cuando repetimos los nombres de nuestros antepasados somos invitados de forma inconsciente a continuar su legado defendiendo el «buen nombre», la tradición, los programas o las negaciones del sistema.
Incluso las enfermedades. Por algo algunas se llaman «sistémicas» pues implican a todo el cuerpo.
¿Cuántas veces hemos visto un nombre y apellido y entre paréntesis la palabra «(hijo)»?.
¿Qué identidad propia tiene ese niño al que llaman «Junior», «hijo», «la pequeña» por repetir nombre familiar?
En algunos casos se los diferencia con un apodo -en general diminutivo- que de manera inconsciente los mantiene en la infancia o como «hijos» el resto de su vida.
En ocasiones nombres de difuntos con el anhelo de ocupar ese hueco para mantenerlo «vivo». En el pasado incluso era habitual poner al siguiente hijo el nombre del hijo anterior fallecido, con la responsabilidad de borrar el dolor de la pérdida.
A veces observamos el mismo nombre en todos los primogénitos del clan junto al legado de continuar las obras inacabadas, la profesión, el mantenimiento de las tradiciones, que cierra puertas para lo nuevo o invita a la rebeldía.
Nombres como continuidad del padre o la madre donde depositar anhelos (o frustraciones) para no desaparecer del todo al morir.
Un nombre único en la familia es fundamental, nos libera del lastre de ocupar un sitio que no es del todo propio ni del temor de robarle el protagonismo a otro.
Te recomiendo la serie «Cañas y Barro» de Televisión Española donde refleja claramente este fenómeno entre Antonio, Tono y Tonet.
¿Y los nombres con implicación de sacrificio, fama o poder?
Dolores, Esclavitud, Consuelo, Socorro, Amparo, Soledad, Patrocinio, Inmaculada, Pilar… Nombres femeninos que implican infortunio o sostén escuchados una y otra vez cada día el resto de nuestra vida pueden transformarse en una carga pesada, en un mandato que cala profundo, observable en las Constelaciones Familiares.
Los mandatos de felicidad forzados también restan libertad aún llenos de buena intención, que pueden estar empujados por un deseo propio no cumplido de que los hijos se atrevan a la Felicidad, Libertad, Victoria, Gloria o a tocar el Cielo o ser tan bueno como un Ángel. Jugar a la pelota como Diego o ser tan rico como Aristóteles.
Nombres de antepasados hombres traducidos al femenino, como si las mujeres no tuvieran la relevancia suficiente para transmitir el suyo o para dejar claro que se esperaba un hijo varón.
Nombres difíciles de pronunciar o escribir correctamente, en apariencia originales, que no tienen en cuenta los dolores de cabeza que traerá al portador.
Nombres que provocan risa o humillación que dejan al descubierto conflictos más profundos.
María Tizado
Que interesante!!! Yo me corregí el nombre, ya que me inscribieron como EBA, y lo escribí Eva. Llevo toda mi vida entre la admiración y el deseo de ser vista/reconocida por mi familia y el deseo/necesidad de diferenciar me o autoafirmarme.
la primera mujer, la sin madre, la que nació de la costilla de Adán. No me extraña que la sensación sea la de diferenciarte y afirmarte… super interesante!! Por otro lado tenías un nombre único y original en esa EBA pero resulta complicado aceptar una falta de ortografía en la identidad.
Mi madre se llamaba PILAR y yo soy MARÍA DEL PILAR, las únicas que nos llamamos así en la familia.De pequeña siempre decía que cuando me hiciese mayor me lo cambiaría porque no me gustaba;ahora se el por qué y lo que en mi representaba (la enfermedad)… pasé por Mary porque así lo decidió mi hermano por ser mi primer nombre, después al fallecer mi hermano pasé al mote por el que el me llamaba «flaka»por mi delgadez y años después de duelo pasé a soltarlo todo dando paso a mi nombre completo…y así me gusta que me llamen.Gracias Maria
Gracias María del Pilar!!
Recuerdo tener que elegir nombre para una serie web para mi personaje «que lo sostenía todo» y decidí llamarme Pilar. Más allá de lo que significa personalmente el nombre o la razón de llevarlo, en algún caso hay como un «carácter impreso» que por suerte uno puede soltar. En este caso dejar de ser un pilar para otros, abandonar una rectitud a veces poco flexible, sujetar grandes cargas. Fíjate qué curioso que es la Virgen del Pilar la protectora de policías y militares que se suponen los más «rectos, protectores y defensores del orden y la ley». Interiorizado es sumamente agotador. Y las columnas cuando caen son «ruinas». Será cuestión de echarse al sol como los lagartos no por agotamiento sino para experimentar la horizontalidad del descanso. Un abrazo!!
Gracias por tu valioso comentario!!
Hola! Me llamaron Carolina ya que en nací en los 80 cuando estaban muy de moda los nombres de las princesas de Mónaco. Detesto que me digan carolina, solo acepto un «caro» no tengo nada de princesa ni de obediente, al contrario podría decir que soy la oveja negra de mi familia.
Gracias por tu comentario Caro!!
Lo importante es que tú hagas que tu nombre funcione para ti. Ser la oveja negra también es cansado, actuar en auto-referencia sin que el «mandato» sea por aceptación o por contra, sino exclusivamente por lo que tú quieres.