Hablemos de autoestima.
NO es curiosidad insana, ni siquiera es para que me respondas.
Es una pregunta para ti.
Para que reflexiones, para que te lo preguntes tú.
Alguien muy querido para mí siempre hace un comentario parecido, que la ropa interior tiene que ser la más cómoda y la mejor, porque está en contacto con las partes más delicadas de su cuerpo.
Me di cuenta que va mucho, mucho más allá.
Bajo ningún concepto quiere perder ni un segundo pasando penurias por estas prendas.
Quita las etiquetas, no usa camisetas que tengan bordados, es capaz de poner cinta adhesiva a los tenis preferidos porque viejunos son lo más…
Él es el importante. Su cuerpo es importante, valorado y respetado.
Le da exactamente igual la mirada ajena.
Le importa su bienestar y su comodidad.
Es un signo de sana autoestima, de amor y respeto a sí mismo.
Por eso es una buena pregunta ¿Cómo es tu ropa interior?
¿Guardas esa bonita para la noche especial, o la usas a diario?
¿Tienes ropa interior distinguida, como las abuelas, para ir al médico?
¿Usas distinta ropa interior para salir de casa, por si te pasa algo?
El fin de semana que no sales ¿te quedas con el pijama viejo todo el día?
¿Te has arreglado durante el confinamiento?
¿Usas zapatos que te torturan (sé de gente que llora cuando se los quita) para ir a la moda?
¿Te has escuchado alguna vez decir que para estar guapo hay que sufrir?
Ningún «sí» mejorará tu autoestima.
Si entras por la puerta de casa y lo primero que haces es quitar los zapatos, desabrochar el sujetador o quitarte el pantalón ajustado es el momento de reflexionar.
Los zapatos son el contacto con la tierra, con lo concreto.
Un buen zapato no sólo cuida nuestros pies, nos da sensación de apoyo, de seguridad, nos anima a dar pasos adelante, a ir hacia donde queremos.
Un sujetador cómodo nos deja respirar con amplitud, desbloqueadas, nos permite tomar la vida.
Un pantalón adecuado permite sentarnos en buen ángulo, sobre nuestros isquiones, que son como los pies de las nalgas.
Nuestra columna está cómoda, erguida y nos sentimos sostenidos.
¿Y tus sábanas, tu colchón y tus mantas?
¿Qué te ofreces para pasar la noche?
¿Y tu vajilla? Tienes de «diario» para los que más amas y los buenos, bonitos y caros para los invitados?
¿Tienes en casa una cocina, un baño o toallas para las visitas?
¿Cómo son tus maquillajes, cremas y jabones? ¿Tienes una pila de caducados en tu armario?
¿Inviertes en tu cuidado físico, emocional y mental?
¿Qué mensaje recibes de ti cada día, a cada hora?
¿Qué mensaje le das a la vida?
Pregúntate qué priorizas.
-Si tu bienestar o que te vean.
-Si tu dolor o la letra del cochazo.
-Si la ropa que llevas a una boda para poner sólo una vez o tu ropa interior.
Tienes derecho a elegir prioridades, pero recuerda no quejarte y dejar de preguntar ¿Cómo mejoro mi autoestima?
La estima de los demás no la mejora, son tus propios cuidados.
Cuida de ti y tu autoestima subirá como la espuma
Te deseo sábanas suaves, ropa interior bonita y que te brillen los ojos cuando te calces en tus zapatos.
María Tizado.
PD: Me encantará leer tu reflexión abajo.
PD: Y si quieres empezar a cuidarte por dentro y por fuera, te recomiendo Sψncronía, sin duda.
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Pues, afortunadamente, todas esas preguntas me las he ido haciendo en estos años. Y me he ido respondiendo y actuando en consecuencia. Yo escojo la comodidad siempre pero con una estética que me guste, sino no. Para mí la estética es muy importante, también alimenta el alma. Aunque si algo me gusta estéticamente pero es un instrumento de tortura, no lo quiero. Lo admiro pero no me lo llevo a casa. Primero me cuido y luego viene lo otro. Un besazo María!
Así es Paula, yo también tengo tacones…para estar sentada, jajaja.
Sentirse bien de adentro hacia fuera.
El tema para mí podría concluirlo fácilmente . Es la máxima que un viejo profesor decía: «Quien me conoce, ya sabe quién soy; quien no, me da lo mismo.
Nunca me he preocupado de ir con la última moda, ni si quiera «a la moda». Es verdad que la estética no es uno de mis valores cultivados, pero también es cierto que no van a ser terceras personas quienes reciban de mí el poder para sentirme bien por llevar tal o cual ropa, zapatos, etc. Todo dentro de unos términos mínimos de estética y de no ir dando la nota ni haciéndome destacar. La higiene queda sobreentendida; no uso camiseta y tampoco voy a esperar a «quitarme los calzoncillos como el papel de las magdalenas… ¿Para qué mirar concienzudamente la ropa que me voy a poner?; así sucede que mi mujer me dice alguna vez:
– ¿Cómo te pones eso, no ves que no pega?
– Si no pega quizá es que sea manso….
Tengo muy claro el no crearme necesidades estúpidas, como la de adquirir una ropa a la moda, o cosas más fuertes, como adquirir un coche que por lo menos esté a la altura del que tiene el vecino; vecino a quien probablemente le dé igual. Tal vez sea, por el contrario, de los que cuando se compró un «Lexus» dejó de hablar a otro vecino que comentó cuando se lo enseñó: «¡Ah, un Toyota caro!»
Me viene a la mente las palabras de Antoine de Saint-Exupéry en «Terre des Hommes»:
«En travaillant pour les seuls biens matériels, nous bâtissons nous-mêmes notre prison. Nous nous enfermons solitaires, avec notre monnaie de cendre qui ne procure rien qui vaille de vivre.»
(«Trabajando únicamente por los bienes materiales, construimos nosotros mismos nuestra propia prisión. Nos encerramos solos, con nuestra moneda de ceniza que no aporta nada por lo que valga (la pena) vivir.»)
Me has hecho reir y emocionar!! Muchas de estas cosas incluso suceden de forma inconsciente, porque uno no se paró a reflexionar, pues también vamos en automático. Pero recuerdo una frase del vendedor de zapatos cuando mi niña era pequeña y dijo «me molesta en el dedo» y pedí otro modelo.. y el señor me mira y pregunta ¿Es que no puede molestarle el zapato en el dedo? Nos miramos con Laura atónitas y sólo atiné a decir «no… no puede». Y ya ni te digo cuando vuelvo a por otro par exactamente igual a la semana porque me va comodísimo, para tener otra temporada el mismo calzado. Quizás yo exagero, pero para pasarlo mal ya trae cosas la vida ¿verdad?
Un abrazo