¿Cómo está tu cuerpo? ¿Le has prestado atención? ¿Te sientas a ver las noticias en alguna pantalla durante horas? ¿Estás Content@? ¿Te sientes segur@?
A no ser que vivas en una burbuja o en un calcetín es bastante difícil abstraerse del exterior, se necesita voluntad… y abundante.
Si llamas a alguien la conversación acaba siendo el COVID, te lo creas o no, teorías aparte; o el gobierno, o las multinacionales, o la economía… y los miedos, el enfado, el desconcierto, la inseguridad, el desamparo… y mejor no sigo.
Cuando cuido mi jardín las plantas me «hablan» de la circulación, de la adaptabilidad, de los entornos hostiles, de la fuerza, del potencial, de lo que veo y lo que está por debajo. Jardín y ducha son mis mayores fuentes de inspiración ¿por qué? ambos son «tierra-cuerpo». Dejo mi cabeza aparcada frente al escritorio y allí me voy al contacto con lo que soy.
Llevo tiempo plantando gramillón y empiezo a conocerla bien. Cuando tiene el terreno libre corre a velocidades increíbles arraigando en cada nudo, de donde saldrán hojas y nuevas guías. Se asegura poder alimentar a lo nuevo y zás, crece.
Cuando en su camino se encuentra plantas con las que no logra competir porque no encuentra un sitio para echar raíz no se detiene: se adapta. Encuentra nuevas estrategias para continuar con su objetivo. Unas guías se cuelan por debajo, muy pegaditas a la tierra, decide andar a la sombra hasta que echa una raíz profunda y sale fortalecida y vigorosa en cuanto aparece el hueco.
De la misma planta madre salen otras guías largas, muy largas y sin raíz, sólo el esbozo (el físico sabe muy bien de ahorro de energía y recursos) y viajan aéreas, como mirando el terreno desde un dron y en cuanto encuentran un hueco desarrollan la raíz que la acercará a tierra y podrá seguir su camino en suelo firme.
Las que se encuentran con una pared sencillamente se dedican a crecer a lo alto, hermosas, con hojas enormes que toman todo el sol y le dan su empujoncito de energía a las que necesitan buscarse la vida. Maravilloso.
¿Y nosotros qué hacemos? ¿Estamos aprovechando este tiempo donde no sabemos dónde estamos parados para buscar nuevos terrenos donde enraizar?
O nos estamos secando sentados frente a las noticias, lamentándonos de nuestra suerte y mirando por la pantalla o ventana a vecinos, amigos y desconocidos, enfureciéndonos por su punto de vista tan lleno de miedos como el propio?
Algunos iremos por el aire, otros iremos por la sombra, otros podremos enraizar sin mayor dificultad y desarrollarnos para salir fortalecidos de todo esto.
Cada cual hace el camino por donde puede y dependerá en parte de cuánto escuchemos a nuestro cuerpo o cuánto nos quedemos enredados en nuestros pensamientos paralizantes, que nos secarán por falta de adaptación.
Si mi corazón se acelera con las noticias es que no me hacen bien.
Si me enfurezco e insulto a quien está detrás de la pantalla, no me hace bien, mi cerebro y corazón acaban intoxicados con toda esa adrenalina.
Si me quedo paralizado por el miedo, no me hace bien.
Todos estos sucesos, nos guste o no, nos ofrecen la oportunidad de adaptación única, nos hablan de lo vulnerable que puede ser la vida, las emociones, el cuerpo, el pensamiento.
No lo esperábamos, nos creíamos en la cima de la pirámide y viene un virus diminuto, que ni siquiera llega a categoría de bicho y rompe con todas las estructuras, los planes, los sueños, con todos esos inventos de la mente como la estabilidad o la durabilidad que nos mantiene engañados… pero tranquilitos.
Nos sentimos sin tierra debajo, asfixiados, en sombra o a merced del granizo o el sol implacable.
Tenemos varias opciones, una es morir de COVID, de rabia, de tristeza o de miedo.
Otra es parar a evaluar, a sentirme, a replantear, a buscar, a descartar lo que no me nutre, a esquivar, a crear nuevas estrategias.
A sanarme, a tomar lo que quiero dentro de las posibilidades del entorno y al fin crecer fuerte para echar raíces nuevas.
¿Y eso cómo se hace?
Fácil: ¡No somos plantas!
No tengo que conformarme con lo que me viene de fuera. Como humanos pensantes y sintientes con un cuerpo que se mueve y desplaza tengo la posibilidad de ponerme en marcha, de levantarme del sofá de cactus y apagar la tele, de llamar a mis amigos y familia y reír, poniendo extrema atención a mi cuerpo para saber cómo me estoy sintiendo.
Tengo la posibilidad de bailar, correr o de tener sexo para generar hormonas y neurotransmisores de la felicidad, tengo la posibilidad de aprovechar el camino al supermercado viendo las plantas, la arquitectura, el cielo.
Tengo la posibilidad de escuchar a gente que me nutra por internet y de nutrir a quien tengo al lado, a darme una ducha consciente sintiendo mi piel, el agua caliente corriendo por mi cuerpo, lo resbaladizo, lo suave.
Escribe, pinta, cocina algo rico, planea, lee ese libro que tienes pendiente desde hace 25 años!!
Ponte un objetivo a corto plazo «hoy ordeno sólo mis calcetines», ¡¡No hace falta más!! Te lo prometo.
La historia es romper el círculo!! Escucha, observa, párate a sentir el cuerpo. Atiéndete. Respira profundo, muévete, bebe mucha agua. Limpia esa carga de toxinas que te tienen adherido al sofá, triste, con temor, sin ánimos. Juega.
Y por favor, apaga la tele…
Hagamos lo que hagamos, antes o después, este cuerpo se acabará. No hay posibilidad de hacer esquejes.
María Tizado.
